¡Albricias!... ¡Albricias!... ya era el momento. El esfuerzo, la entrega y la dedicación –y por supuesto, la auténtica vocación- del profesor José Luis Almeyda Tasayco nos permite tener entre nuestras manos una de sus nuevas creaciones: un pequeño libro de lecturas infantiles, cuyo destino es el nivel de educación primaria.
Y es que Almeyda Tasayco no es un neófito ni un improvisado en estos menesteres. Ya ha incursionado con obras en prosa y en verso que no necesitan mayor presentación. La publicación de “El retorno de Michi” es una constatación de su vena de escritor y de un apasionado por las letras. Su inquietud espiritual y su permanente vigilia siempre están a la caza de nuevas creaciones a favor del estudiantado y el magisterio.
Considero que crear y escribir un libro supera largamente a una Licenciatura o a un título de Magíster. Porque, sencillamente, el maestro está creando y se está desarrollando con sus propias iniciativas. Está rompiendo la dependencia de estar sujeto siempre a las “recomendaciones” de la patronal educativa.
“El retorno de Michi” aspira –como lo dice el autor en el introito “Mi palabra”- a librar una dura batalla contra la cultura alienante que soporta el pueblo peruano y, principalmente, la juventud. Cultura alienante que aleja al joven de la lectura y de su verdadera identidad de peruano.
Somos herederos de una cultura, cuyas raíces la generaron nuestros antepasados autóctonos; gente laboriosa, creativa e inteligente. Razón por la que llegamos a constituir un IMPERIO.
En ese Perú autónomo llegamos a nuestro máximo desarrollo. En este Perú dependiente estamos atados a las decisiones de un IMPERIO ajeno a nuestros verdaderos intereses.
Nos regocijamos, sinceramente, por la presencia, en el escenario cultural chinchano, de “El retorno de Michi”. José Luis Almeyda Tasayco nos pone en contacto directo con la naturaleza de nuestro pueblo. Él no se ha informado en libros, ni le han contado lo que nos refiere en su obra. Es como Arguedas (nuestro indigenista), refleja desde sus propias vivencias el alma de los campesinos de su tierra natal. No es un observador desde fuera. Él es un protagonista. La flora y la fauna chinchana desfilan con un colorido impresionante ante nuestros ojos. Nos atrapa y nos hace recorrer el escenario rural de la tierra de sus estirpes. Nos hace sentir parte de él. Como Alegría (el otro indigenista), humaniza a los animales, los envuelve en un halo de familiaridad y condescendencia.
Los niños del nivel primario, de Chincha y la región, y el magisterio en general, encontrarán en las páginas de este libro el material adecuado –no solo para alimentarse espiritualmente del mundo campestre de nuestra provincia - para desarrollar y ejercitarse en comprensión lectora y, como dice el autor, entiendan el mundo de sus orígenes y se identifiquen plenamente con ellos.
Auguro a esta publicación, lo que aspira su autor: iniciar una redada cultural y capturar lectores que sientan apego permanente por la lectura.
Prof. FÉLIX NAPA MORÓN
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